Contenido publicado originalmente en abril de 2019.
En el mes de la mujer, traigo una invitada especial para este artículo: mi socia, Cristina Bittencourt. Emprendedora, profesional y ser humano ejemplar, es la persona ideal para referirse a un tema que me toca de cerca y que hay que resolver en Brasil: el síndrome del perro callejero.
Ya pasé por diversas situaciones y vi a muchos empresarios brasileños teniendo que probar que nuestras empresas locales son tan o más competentes que las extranjeras; y eso no ocurre solamente con las empresas. Los brasileños de todas las profesiones, a menudo sólo son reconocidos en el ámbito nacional cuando han sido reconocidos antes en el exterior.
Noto que ese mismo síndrome ocurre con las mujeres y fue sobre esa reflexión que invité a Cris a exponer su punto de vista. El reto comenzó con la siguiente pregunta: ¿cómo enfrenta la mujer brasileña el síndrome del perro callejero?
“Agradezco mucho la invitación y las palabras de Everton. Fue genial hacer esa reflexión, ya que nunca antes había pensado en la relación entre el síndrome del perro callejero y las mujeres.
El término “complejo de perro callejero fue creado por el dramaturgo Nelson Rodrigues, tras la derrota de nuestra selección de fútbol en el Mundial de 1950 y pasó a representar la baja autoestima de los brasileños, que dudan de su propia capacidad y consideran que todo lo que viene de afuera es mejor.
Brasil es un país en crisis de identidad, no conoce y no valora su propia historia, su pueblo, su cultura y eso afecta a nuestra sociedad como un todo. ¿Pero ya se detuvo a pensar cómo es la vida de una mujer en un país sin identidad, patriarcal y lleno de desigualdades? Esta misma sociedad que cree que nada de lo que se hace aquí es lo suficientemente bueno, también está regida por valores distorsionados de status y apariencia, que llevan una presión aún mayor sobre las mujeres colocadas a prueba en todo momento sobre su capacidad, competencia e inteligencia.
Las adversidades sociales y económicas son parte de la trayectoria del país y del origen de ese síndrome. Hoy por hoy, 15 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza, hay 11 millones de analfabetos, el 51% de la población adulta pasó por la educación básica y un 15% tiene educación terciaria. Este es el escenario que refuerza permanentemente que lo que viene de afuera es mejor. Los obstáculos para las mujeres son aún más grandes si consideramos que nuestra participación en el mercado de trabajo sólo empezó a ganar espacio a partir de 1970. En esa época éramos menos del 20%, ahora somos algo más del 50%; por otra parte los hombres son cerca del 70%.
Para las mujeres, la curación del síndrome del perro callejero necesita empezar aquí adentro. Buscamos más espacio y reconocimiento en el mercado de trabajo, principalmente en las áreas con mayoría masculina y cargos de liderazgo; y muchas mujeres todavía necesitan vencer creencias limitantes y construcciones de modelos que se les han enseñado sobre lo que pueden y no pueden hacer las mujeres. A pesar de su tímida presencia en algunas áreas, ya hay varias iniciativas y redes de apoyo a las mujeres, estimulándolas a desarrollar todo su potencial y también a incentivarse mutuamente.
Hombres, mujeres, sociedad. Nuestro mayor error es que necesitemos probar algo a alguien. ¡Tenemos ejemplos increíbles de proyectos, empresas y profesionales que son una referencia en el área en que ejercen sus funciones y personas que usaron la creatividad para crear soluciones fantásticas! Hombres y mujeres que se destacaron aquí sólo después de haber sido reconocidos fuera del país.
Como país colonizado, se nos enseñó que lo que viene de afuera es mejor. Resulta difícil romper esa creencia sin un fuerte trabajo de base. No tenemos que esperar por los gobiernos y las empresas para cambiar ese modelo mental. Podemos empezar cambiando de actitud en nuestros propios hogares, negocios, comunidad, con nuestros hijos. Necesitamos nuevas referencias, reconocer nuestra creatividad y capacidad, rescatar nuestra historia, estimular que hombres y mujeres se desarrollen en lo que deseen y valorar lo que es nuestro. Los ejemplos están por doquier, apenas es necesario que los reconozcamos. Autoestima y autoconfianza empiezan con la satisfacción de las necesidades básicas y la educación. Tal vez así podremos dar el primer paso para crear una sociedad donde hombres y mujeres puedan construir su propio camino sin tener que probarle nada a nadie.”
Fuente
Artículo de Cristina Bittencourt para la columna «Punto de Partida», de Everton Gubert, en la Revista Feed&Food. Publicado en la edición de marzo de 2019.